En esta litografía, siento que he capturado algo de la esencia de Leonardo da Vinci, o al menos eso espero. Para mi ha sido una inspiración en cuanto a mi técnica de aplicar mi arte.
Mi intención no era solo crear un retrato de un caballo, sino expresar esa combinación de fuerza y gracia que él siempre persiguió.
Para mí, el caballo simboliza una especie de poder silencioso, una energía que vive en perfecta armonía con su entorno, y quería que eso se reflejara en cada línea y cada detalle.
Al crear esta obra, me encontré sumergida en esa búsqueda de equilibrio entre la anatomía precisa y el alma del animal, algo que Leonardo logró con maestría en sus estudios.
He tratado de seguir esa tradición, de observar y comprender profundamente la forma y el movimiento para luego transmitirlos en el papel, no solo con realismo, sino con una mirada de respeto y admiración por la vida que representa.
Esta litografía no es solo un tributo a Da Vinci, sino también un reflejo de mi propio deseo de entender y celebrar la belleza de la naturaleza.
Cada vez que la miro, espero que otros también encuentren en ella esa dualidad —la fuerza y la paz— que da sentido a lo que hago como artista.